mientras jorge está por la ciudad firmando o floquet para niños, histórias que ya me contará, yo voy viviendo las mias. para contarle, también, po supuesto, pero por vivirlas. de hecho, en esos días hemos experimentado una nueva relación, y eso es como un aliento para el futuro: vivir (bauman utiliza una expresión en alemán para experiencia, que lo traduce en algo como vivencia, y es una pena que yo aún sea tan poco responsable con mis apuntes): la interpreto como la posibilidad de construir, destruir y reconstruir, crear sentidos que seguramente ya estan por ahí, pero que los descubres como si fueran nuestros, y ya los descibres compartidos. que tontos somos. y que felices estamos.
vengo de una dinar draconià, un almuerzo draconiano, en la casa okupada de los vecinos. precários por opción, nuevos punks posmos, como lo dice amarela, mi interlocutora academica. okupan todo el edifício de la esquina, y hacen miles de cosas. vienen del movimiento miles de viviendas, y entan en la organización de actos como el mayday barcelona. hay de todos y de todas, colgados y activistas, indymedias e inmigrantes (de esos que circulan y no de esos que trabajan, y no hay juicio en eso), yomangos y penélopes. reivindican un salari social universal i tot aixó, porque de hecho producen un mundo: aquí al costat, ahcen talleres de costura (olha o protuñol) en la acera y de artefactos eróticos digitales, o manuales, en el hall. escuchan beleza pura y ella fitzgerald y también músicas sin derechos autorales, anonimas para buena parte del mundo. venden libros a un euro aunque estean en contra del consumo de la fiesta de san jordi, tienen sus contradicciones, y instalaron una antena wi-fi, que aún tenemos que probar aquí en casa. preparan una paella y la venden a dos euros el plato, al lado de restaurantes que cobran 20 por lo mismo. viven la precariedad en su bueno, entre distintas generaciones más que nada, y son felices. a lo mejor porque no tienen miedo.